lunes, 31 de agosto de 2009

Sentido de la vida

La cuestión del sentido (sentido de la vida humana) es una de las partes en que puede dividirse la Teodicea, que a su vez forma parte de la Metafísica.
Preguntarse por el sentido que tiene la vida de cada uno se puede convertir en un asunto de profunda preocupación sobre todo en épocas donde uno tiene que afrontar problemas y no encuentra respuestas a interrogantes como el mal, la muerte o las desgracias humanas.
Voy a empezar por el final. Francisco José Martínez Martínez en su libro editado por la uned con el nombre de Metafísica. Termina con estas palabras: "Hay sentido, pero quizás no para nosotros, y por ello debemos construir un simulacro de sentido, que es a lo más que podemos, a lo mejor aspirar". Aunque luego volveré a esta cita, simplemente comentar ahora la noción de simulacro. Si ya de entrada nos insinúa que no hay sentido, ¿para qué entonces habrá que construir un simulacro?, pero ¿al construir un simulacro, no estaremos simulando un simulacro? De esta manera creo que entramos en un círculo vicioso difícil de solucionar.
De repente, de forma instantánea aparecemos en el mundo, de repente y de la misma manera desaparecemos de él. (Para mí la muerte es como un sueño eterno en el que no despiertas, de forma que estás muerto para los demás, pero tú no eres consciente ya de tu desaparición). Preguntarse por el sentido de la vida es equivalente a la pregunta del por qué de nuestra existencia, una existencia que al ser individual hace que la pregunta por el sentido de la vida sea también una cuestión muy personal.
Aquel cristiano con fe tiene la "papeleta resuelta". No tiene que preguntarse por nada, todo lo tiene resuelto y el sentido de su vida la sitúa en el más allá. Pero claro, bajo mi punto de vista el situar el sentido de la vida en el más allá hace que la propia vida carezca de sentido, pues te conviertes en un ser pasivo, reactivo y en constante espera. Lo mismo ocurre con el Islamismo o con el Budismo. ¿Qué nos ocurre entonces a los que no hemos sido iluminados por esa fe?, ¿donde buscar el sentido? Una vez escuché que la felicidad consistía en el ignorancia, en el no preguntarse aquellas cuestiones que pueden perturbarnos y hacernos infelices. Pero mientras que la vida trancurre con normalidad, pasan los años inmiscuidos en nuestras rutinas diarias y no nos preguntamos por el sentido de la vida cotidiana. El problema viene, como dije al comienzo, cuando aparecen circunstancias que rompen esa cotidianidad. Pueden ser momentos de cambio histórico, enfrentamientos con otros modelos de vida o culturas, graves injusticias o la muerte. Yo creo que esto último, la muerte es la fuente principal de la pregunta por el sentido de la vida. La muerte hace que nos tomemos en serio la vida. Pero esta desaparición es el sinsentido más grande que puede experimentar el ser humano. Si aparecemos de la nada y luego al poco tiempo desaparecemos, ¿qué sentido tiene esta permanencia? Tal como decía Unamuno: "Dios viene a resolver nuestro íntimo problema vital; el hambre de inmortalidad".
Vuelvo otra vez sobre el tema que más me preocupa, si el sentido no puede estar en la vida cotidiana, ni tampoco se encuentra en Dios, habrá que buscar y buscar otro tipo de soluciones.(Quizás el simulacro sea simplemente la búsqueda).
Algunos filósofos ven la religión desde otro punto de vista, desde el punto de vista del no creyente. De esta forma intentan recuperar el sentido perdido: "El sentido total sólo es posible basándolo en la noción de Dios, que es proyección de nuestras añoranzas y no de nuestras certezas. Como dice Horkheimer: el conocimiento del desamparo del hombre es sólo posible mediante el pensamiento de Dios, pero no mediante la absoluta certeza de Dios." El hombre proyecta sus añoranzas, sus ansias de eternidad, en algo sobrenatural que está por encima de él.
¿Puede haber una respuesta a la pregunta por el sentido de la vida sin fundamentación teológica? Si es así, sebe ser una respuesta que aspire también a la idea de justicia plena basada en una ética que intente llegar a la misma. Contendrá, eso sí, una esperanza terrena y por tanto sin trascendencia en el más allá.
Este tipo de respuesta la han dado autores tales como Espinosa, Nietzsche, Goethe o el propio Marx. Espinosa por ejemplo concibe la gloria como la costrucción e una comunidad de hombres sabios, libres e iguales, unidos entre sí y con la naturaleza mediante el amor a la totalidad del universo. En el plano individual la clave de esta ética es la construcción por parte del individuo de una personalidad que desarrolle al máximo sus posibilidades físicas, intelectuales y anímicas.
El concepto de comunidad de Espinosa me da pie a pensar si el sentido puede encontrarse en la historia de esta comunidad. De si hay esperanza en que la historia futura dará sentido al presente o si incluso el presente dota de sentido a la historia pasada.

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