A vueltas con la “Tecnoestética”
Palabras y frases claves.
Caverna
tecnológica, tecnología y visión del paisaje, Estética de la
recepción , Información y Conocimiento, Felicidad y esclavitud, Juicio Crítico, Incomunicación en un mundo de la Comunicación,
paisajes de contemplación, representación y acción,.
Desarrollo y reflexión.
Empezaré
enseñando las cartas para que, en caso de divagar, centrar el tema.
Mi crítica no es en
contra de la Tecnología Digital, ni del mundo de la Información y
la Comunicación. Mi crítica se centra en el abuso y en el
fundamentalismo que existe en amplios sectores (cada vez más
amplios) de la sociedad, que ha derivado en una estetización de
la existencia basada en este tipo de tecnologías. Y ¿cuál es la
consecuencia perversa que está produciendo dicha estetización?
Estoy convencido que estamos ante una estética de la mercancía,
cuyo interés es crear una tecnocracia de la sensibilidad y una
estrategia de las apariencias, y que trae como consecuencia el
desplazamiento interesado del aparecer por el ser. Desplazamiento que
adormece la capacidad crítica e insensibiliza a la sociedad a la
hora de afrontar los problemas verdaderamente importantes.
Platón, en su
célebre mito de la caverna, relata una alegoría de la ignorancia
que bien puede servir para nuestro devenir actual. Un grupo de seres
humanos viven en una cueva profunda desde su nacimiento, atados de
pies y manos a una pared, sin posibilidad de mirar ni a su derecha
ni a su izquierda. Frente a ellos, una serie de objetos pasa de una
lado a otro, como unos títeres de feria. Los encadenados no pueden
ver otra cosa sino aquello que aparece frente a ellos. Por
casualidades de la vida, uno de ellos se libera de sus cadenas,
descubriendo detrás de la pared que aquellos objetos que habían
visto desde niños no eran sino sombras de objetos físicos que
alguien había colocado allí y los proyectaba a través de la luz
del fuego. El liberado consiguió escapar de la cueva y descubrir la
vida exterior. Al principio le costó acostumbrarse a la luz del sol,
pero en poco tiempo cayó en la cuenta de la belleza de la vida fuera
de la cueva y lo absurdo que había resultado vivir casi toda su vida
encerrado, mirando sombras proyectadas y no cosas reales. Decidió
bajar a la cueva y avisar a sus compañeros de cautiverio. No le
hicieron caso. La costumbre de creer que la única vida verdadera era
la de la caverna hizo que le tomaran por loco. ¿No somos los seres
humanos contemporáneos muy parecidos a esos esclavos? En las
próximas líneas describiré varios casos reales donde se pone de
manifiesto dicha esclavitud.
Caso 1: En un
apartado del tema “La experiencia estética de la naturaleza y la
inmersión en lo virtual” se reflexiona sobre los paisajes de
contemplación, representación y acción. En esa visión del paisaje
basado en una estética de la recepción, ¿qué lugar ocuparían la
experiencia que a continuación paso a relatar ?.
Como asiduo la
montaña me encuentro con que cada vez más personas tienen la
necesidad, y así lo hacen, de gravar, fotografiar, contar cada
segundo de su vida en la naturaleza. Llegas al sitio más recóndito
y “encaramados” en los lugares más inverosímiles se encuentra
el reportero de turno contando todos los detalles para luego, como
no, publicarlo en la red. ¿No se desvirtúa de este modo el paisaje
de contemplación? ¿Qué juego libre de facultades puede haber si se
está pendiente de lo extrínseco al propio ser, para centrarse en
lo que aparecerá en la pantalla del ordenador? A todas luces observo
un desplazamiento del papel del espectador por la del creador. Pero
de un creador que en la mayoría de los casos, bajo la apariencia de
arte digital, no es otra cosa que un cúmulo de datos con el fin de
afirmar el propio ego.
Pero esto no
solo ocurre en sitios tan puntuales como la montaña o en lugares
estéticamente sublimes, la estetización tecnológica se observa en
todo el mundo que nos rodea. Todo está mediatizado,
instrumentalizado a través de un mundo digital, a través del cual
(como las sombras de las cavernas) muchos seres humanos observan el
supuesto mundo que les rodea.
Caso 2: Sólo
hay que hacer alguna pregunta , o la confirmación de un dato, para
que tu interlocutor saque su iPhone y busque la respuesta ¿correcta?.
Es increíble la información que disponemos en la red. Eso es
indudable. El problema está en que esa información, tan fácil de
obtener como de crear, nos hace creer que es más fácil el hecho de
conocer todo aquello que queramos. Pero esta estética de la
información y el conocimiento tiene una trampa fácil de adivinar.
La trampa consiste en hacer creer que la información equivale a
conocimiento. El mundo digital, y toda la información de la que se
puede disponer no es conocimiento si no se usa de forma efectiva el
juicio crítico. El exceso de información tiene tantos efectos
perversos como la falta de la misma. Como el sabio platónico, hay
que intentar salir fuera de esa caverna tecnológica y despertar del
adormecimiento general
Caso 3. Me
centro por último en el tema de la comunicación. Una pequeña
reflexión: ¿estamos todos realmente tan comunicados? Cuando se dice
que el mundo se ha hecho pequeño gracias a la red ¿qué queremos
decir? Creo que es cierto, la comunicación, como acepción de
intercambio de datos, si que ha acortado distancias. El problema está
cuando se produce un desplazamiento radical de la comunicación
personal por la comunicación en red. No me encuentro con capacidad
para adelantar los efectos que tiene para una sociedad que gran parte
de su población pase gran parte de su vida sentado delante de una
pantalla “comunicándose”. Creo que la comunicación virtual debe
complementar a la comunicación humana, si me permite la expresión,
tradicional. Me sorprende muchísimo ver por la calle a grupos de
adolescentes sentados en cualquier banco o acerado, cada uno con su
móvil, enviándose mensajes o wasap estando a un metro de distancia.
Me sorprende que ese grupo sea adicto, si adicto al móvil, y sea
además la preocupación número uno el que pueda perderse dicho
aparato y estar incomunicado.
Conclusiones:
El profesor
Ramón Besonías Román, en un artículo periodístico de hace un par
de años decía:
“Quienes
vivimos en la vorágine de la vida moderna no podemos apreciar los
efectos perversos que provoca en nosotros”.
Se refería claro está
al tema que estoy tratando. Creo que los efectos perversos todavía
están por ver. Lo que sí veo claro es que se han creado en el ser
humano una serie de necesidades fruto del mercado y las leyes de la
mercadotecnia. Se promete felicidad a cambio de crédito. Crédito
que nunca es suficiente para los magnates de las industrias
tecnológicas.
Tal como nos
dijo el sabio Aristóteles, la virtud se encuentra en justo medio.
Sin renunciar al progreso y a los beneficios del uso de las llamadas
nuevas tecnologías, hay que reflexionar, hay que intentar salir
fuera de la cueva y ejercer crítica. Quizá de esa forma podamos
romper algunas cadenas de esos grilletes a los que estamos amarrados
en el mundo que nos ha tocado vivir.